Para nadie es un secreto que en la vida en general y para todos, lo único constante es que la vida que se comporta como una montaña rusa. Tenemos buenos momentos, en los que nos sentimos en la cima del mundo, como que nada podría fallar y las cosas salen bien. Hasta agradecemos al Universo, a dios o en lo que sea que creamos que nos está ayudando. En esas partes de la vida en que nos sentimos invencibles, hacemos todo con felicidad y nos da gusto hacer lo que amamos y hasta lo que no nos gusta tanto también.
Pero qué pasa con esos instantes de la vida, en que nos encontramos en la pendiente de bajada de la montaña rusa, donde parece que la vida, los sueños, todo a nuestro al rededor se va desvaneciendo... O ya justo en la parte baja, en que parece que la fuerza jamás alcanzaría para volver a subir. Pues en ese momento, tenemos dos opciones, nos quedamos allí, y pues nos ponemos en automático, que pase solo lo que tenga que pasar, sin mayor esfuerzo. O nos super esforzamos al máximo para salir adelante. Pero ninguno de los dos casos es fácil.
Solo es una persona la que nos puede sacar de allí, NOSOTROS MISMOS.
Pero no tenemos solo un área para trabajar al tiempo. Son todas, sino unas avanzan mucho, pero otras se desequilibran y pueden morir poco a poco. Así que debemos hacer malabares para continuar con la vida que vamos escogiendo tener.
Personalmente, para mí no es tan difícil avanzar en mis deberes académicos, pero estar estable emocionalmente, me cuesta demasiado. Entonces hay momentos críticos, en que un área puede sabotear otra.
Hubo un momento de mi maestría, en que toqué fondo emocionalmente, como nunca lo había experimentado antes. Sin entrar en muchos detalles, en ese momento sentía como mi mundo parecía desmoronarse poco a poco. Vivía lejos en otro país, a 3328 km de mi familia, no tenía amigos, ni ningún tipo de red que me pudiera apoyar emocionalmente. Hasta ese momento, no había considerado que pudiese ser algo tan relevante. Pero evidentemente, lo era.
Empecé a sufrir de insomnio, algo que las personas que me conocen, pueden asegurar jamás he sufrido, porque yo duermo en cualquier lugar o momento, con cero dificultad. Además, físicamente no era capaz de comer, no me daba hambre o cuando sí la sentía e intentaba comer, me daban ganas de vomitar. Lloraba todo el tiempo, así que me obligaba a salir de mi casa, porque al menos por vergüenza, no iba a llorar en la calle. Pues no siempre funcionaba, hubo momentos en los que estaba muy normal, y de repente, lloraba desconsoladamente, tanto así, que solo me encerraba un rato en el baño y me auto-calmaba.
El punto de todo esto, es que estaba TAN mal emocionalmente, que claro que iba a afectar mis demás actividades académicas. Además, que estaba en un momento de mi carrera en que tenía demasiadas responsabilidades, como para darme el lujo, de solamente quedarme acostada en mi cama llorando y procesando todo para sanar del cora.
Académicamente, tenía una escuela, en otro país, con una institución envidiable, la que llevaba meses planeando e iba aprender un montón, básicamente esto estaba consumiendo todos mis días, por lo que puse en pausa unas clases de la maestría que tenía, por lo que se me estaba acumulando trabajo. Se aproximaba el final del semestre, por lo que debía comenzar a estudiar para mis exámenes finales. Debía preparar una sustentación de un proyecto de investigación, para un congreso interno de la Universidad. También debía preparar la observación para un tiempo de telescopio que me había ganado en uno de los telescopios más importantes de México. Y a eso, sumarle todas las demás cosas pequeñas en las que siempre estoy involucrada, mi página de Instagram @arrecifecosmico, las actividades en las que colaboro en RECA entre otras.
Para resumir, me sentía que morirme era más fácil y rápido. Pero no podía hacerlo.
Aún no sé como lo logré, pero sé que lo hice, al final completé todas las cosas que debía hacer académicamente, en más o menos los tiempos que debía hacerlo. Pero además, aunque esto con un poco más de tiempo (como tres o cuatro meses), sané de mi corazón, salí de ese hoyo al que me arrojaron y luego yo mismo seguía cavando. Mi familia me apoyó por completo a pesar de que estaban a miles de kilómetros de mí. Encontré personas que se hicieron cercanas y me apoyaron siempre que lo necesité. Aprendí muchas lecciones de vida, pero además aprendí a confiar en el tiempo. En que si podemos con lo que nos proponemos, siempre y cuando cuidemos de nosotros y dejemos que otros nos ayuden cuando lo necesitamos.
Comments